Hoy os voy a hablar sobre una cuestión relacionada con la que me gano la vida: la Mercadotecnia. Más concretamente, vamos a hablar sobre «el test de Van Halen» y de muchos de los mitos que lo rodean… porque ya los estudié en Marketing.
Contexto:
El test, cláusula o «prueba Van Halen» se refiere a cualquier prueba que se realiza para evaluar si se han leído completa y correctamente las instrucciones dadas a la otra parte, generalmente en lo referente a las especificaciones de un contrato legal. También se ha utilizado para describir el acto de formular las preguntas o pruebas necesarias para gestionar bien (o comprobar) un acuerdo.
El nombre de la prueba alude a la cláusula contractual que el grupo de rock americano Van Halen (1972–1999; 2003–2020) incluía en los contratos o listas de especificaciones técnicas firmadas (riders en la jerga del mundillo) con los locales donde iban a actuar. Dicha cláusula exigía que se proporcionara a los miembros del grupo en el camerino un bol de M&M‘s (las famosas píldoras de chocolate cubiertas de caramelo) pero sin que éste contuviera caramelos marrones. Repetimos porque tiene su importancia: el bol podía contener caramelos de todos los colores menos el marrón.

Si el local no proporcionaba este bol con el contenido correcto, Van Halen sabía que su contrato no se había revisado a fondo y que podrían existir problemas de seguridad. La preocupación radicaba en que, con los complejos requisitos de seguridad que implicaban pirotecnia, altos voltajes y la construcción del escenario, cualquier fallo en el cumplimiento de las instrucciones podría suponer un peligro.
La historia de esta cláusula acabó apareciendo en prácticamente todo manual de autoayuda, gestión empresarial, marketing y similares de los años ochenta y noventa.
Hasta ahí la historia oficial.
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¿Es cierta?
En parte.
Es cierto que Van Halen incluía esta condición en sus contratos pero no es cierto que lo hicieran desde un principio como medida de seguridad. Lo sabemos porque:
1. La historia apareció primero en el diario El Paso Times de 5 de septiembre de 1980 haciendo referencia a una entrevista previa en la revista Rolling Stones y cuando los periodistas pidieron la explicación Alex Van Halen, el batería, simplemente dijo Why not? («¿por qué no?») dando a entender que era un capricho de la banda típico de las estrellas rockeras de la época.
2. Además, el diario también daba a entender que Van Halen consideraba los M&M’s marrones como «ofensivos» por la cuestión racial/color de piel hasta el punto en que la banda y su equipo técnico destrozaron el local donde a petición suya, no se los retiraron. Ellos consideraban que los M&M’s marrones eran de mal gusto. De hecho, la marca de golosinas ha sufrido muchísimo por esas polémicas con los colores.
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3. Los fundadores de Van Halen nunca dieron la explicación completa. Fue mucho tiempo después, en una autobiografía de 1997 (Crazy From the Heat) de Dave Lee Roth, donde el vocalista principal de la banda dio una explicación muchísimo más técnica y alargada del porqué de la cláusula.

Van Halen fue la primera banda en llevar producciones enormes a mercados secundarios. Llegábamos con nueve camiones de dieciocho ruedas, cargados de equipo, cuando lo normal eran tres como máximo. Y hubo muchísimos fallos técnicos: o las vigas no aguantaban el peso, o el suelo se hundía, o las puertas no eran lo suficientemente grandes para pasar el equipo.
…Así que, a modo de prueba, en la parte técnica del contrato, decía: «Artículo 148: Habrá tomas de corriente de 15 amperios a intervalos de 6 metros (20 pies), distribuidas uniformemente, que proporcionarán 19 amperios…». Algo así. Y el artículo número 126, en medio de la nada, decía: «No se permitirán M&M’s marrones en el backstage, so pena de cancelación del espectáculo, con indemnización íntegra».
Así que, cuando iba entre bastidores, si veía un M&M marrón en ese bol… bueno, revisaba toda la producción. Seguro que encontraba algún fallo técnico. No habían leído el contrato. Seguro que surgía algún problema. A veces, ese fallo amenazaba con arruinar el espectáculo entero. Algo así como, literalmente, una cuestión de vida o muerte.
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¿Qué nos indica esto? Huele a explicación a posteriori. Lo que empezó como un capricho (los riders son muy conocidos por estar llenos de esas solicitudes caprichosas a cada cual más estrambótica) acabó convirtiéndose, de modo práctico, en una cláusula de seguro.
La cosa es que desde un principio o no, queriendo o sin querer, la idea de una cláusula muy concreta escondida entre el grueso de cláusulas más habituales se convirtió en una forma de averiguar si la otra parte se había leído el contrato con la rigurosidad que se le requería.
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Circulan muchos mitos y muchos errores sobre esta cláusula. Es el problema de las cosas que circulan de boca en boca y que acaban sin referenciar en los ya mencionados libros de autoayuda y de marketing para principiantes que se centran en lo espectacular del asunto, obviando u olvidando los detalles.
Voy a mencionar sólo uno y que tiene que ver con la explosión de Inteligencias Artificiales.
Resulta que las IA repiten como loros el error, sacado precisamente de esos libros sin referenciar (y de los que nos reíamos en la facultad), de que la «cláusula Van Halen» hacía referencia a que el bol debía estar compuesto sólo de M&M’s marrones. No, es al revés: la cláusula especificaba que podían ser de cualquier color menos los marrones. Y eso tiene más importancia de la que pudiera parecer… porque obligaba a la parte contratante a adquirir un montón de bolsas de todos los colores y tomarse la trabajera de quitar uno por uno todos los marrones que para el que no lo sepa, por aquella época, aparte de ser polémicos por ser vistos por muchas personas como «racistas», eran la mayoría de los que componían las bolsas multicolor (y evitas la solución fácil de que compren bolsas de un solo color en este caso, marrón). Por no mencionar que, en términos jurídicos, es mucho más difícil justificar por qué no lo has hecho. Es decir, obligaban a la parte contratante a trabajar, a mover el culo, a tomárselo en serio y, sobre todo, a ser perfeccionista.
Ese matiz de «dar por culo» también nos indica (no nos lo asegura pero nos lo indica) que eso empezó más como capricho que como medida de seguridad. Como mínimo, juntando todo, podemos notar que, desde el principio, había más motivos que los de seguridad.
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Y ahora viene mi experiencia particular y que quería comentar para que veáis la profundidad del asunto.
Repito: esta anécdota, como tantas otras me la enseñaron en la facultad pero me la he encontrado muy recientemente tratada en el podcast de Jordi Wild, thewildproject.
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En él, el invitado comenta esa anécdota pero, como digo, se equivoca al afirmar que los M&M’s tenían que ser sólo marrones. Ese error es muy común, le puede pasar a cualquiera porque, insisto, se repite por muchísimos sitios y «fuentes». De hecho, muchos de los comentaristas del vídeo, corrigen ese error. A mí lo que me ha inducido a escribir esta entrada es, precisamente, la respuesta (como podréis ver, desusadamente furibunda) a los correctores.
«¡Qué más da el detalle!»
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1. Pues fíjate tú: sí tenía importancia. Decisiva. No es lo mismo una cosa que la otra.
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2. Esto es una cuestión en la que NUNCA dejaré de hacer hincapié: a la hora de divulgar tenemos que ser lo más perfeccionistas posible. A la hora de investigar, agotemos las posibilidades. Cualquier fallo puede desembocar en matices o incluso información totalmente incorrecta. Seamos pesaos, no seamos inmediatistas ni andemos cagándonos con la prisa, no nos traguemos lo primero que veamos o leamos, no nos conformemos con los cuatro renglones típicos de twitter. Re-com-pro-be-mos.
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3. Y para eso nos tenemos que ir:
3.1. A las fuentes originales. Las IA, las redes sociales y el boca a boca son un auténtico peligro al respecto de la difusión de información. Tenemos que (re)acostumbrarnos a volver al método consolidado de consultar las fuentes originales, primarias.
3.2. A las fuentes serias. Y si eso implica sumergirse en un mar de «tochos» y tomándote tu tiempo pues eso es lo que hay. Visto lo visto y comprobado lo comprobado, yo no puedo fiarme de lo que circula por internet. Tengo que acostumbrarme a recurrir a fuentes serias y, más concretamente, técnicas especializadas. Yo me enteré de la veracidad de la prueba de Van Halen por manuales técnicos de Mercadotecnia que, obviamente, tienen mucha más calidad y seriedad informativa que los libros del tipo Las Cien anécdotas más curiosas del Entrepeneur que no te cuentan en la facultad y que no conocías pero yo sí y te las cuento buah tete vas a flipar o que te la cuente de memoria Llados y para aplicarla donde le salga de las criadillas.
Otro ejemplo que ya hemos tratado muchas veces aquí: ¿Cuántas citas de personajes famosos y anécdotas falsas circulan por internet? Ya más que las auténticas y si es que no se usan fuera de contexto, son apócrifas y el etcétera del descanso intelectual.
Hasta las pruebas que yo os doy deben ser recomprobadas por vosotros.
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4. Hay que mantener un sano escepticismo y estar abierto a las correcciones. Y, a su vez, mantener un equilibrio con el hecho de no desconfiar de TODO. Sí, la vida del ser humano racional es muy dura.
No nos puede dar «coraje» que nos corrijan ni podemos quedar indiferentes y no enfadarnos ante el hecho de que nos mientan. Con el invitado de Jordi Wild se nota que es un error honesto. Pues ya está, se menciona, se corrige y no pasa nada que nadie nace sabiendo. Otra cosa sería si el interlocutor se empeñara en difundir el error a pesar de las pruebas empíricamente recomprobables que demuestran tal error. En ese caso, que es el de los conspiranoicos que insisten en mentir sobre cosas como las vacunas o la tierra plana, ahí ya estamos entrando en la mentira.
Y ante eso tienes que saltar.
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