¿Es cierta la frase atribuida a Bismarck: “Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”? Falsas citas (III).

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0. Introducción.

Por internet [nota, y muy importante: en castellano] circula muchísimo una cita atribuida a Otto von Bismarck, el famoso “canciller de hierro” que logró la reunificación alemana a finales del siglo XIX, y que hace referencia a España.

La frase en cuestión es ésta:

Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.

Hay más variantes de esta cita, la más conocida y que circula en formato de meme es la siguiente:

La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo.

Bismarck cita España

Todas son falsas. Más correctamente, habría que decir que son apócrifas.

apócrifo, fa.

Del lat. tardío apocry̆phus, y este del gr. ἀπόκρυφος apókryphos ‘oculto’.

  1. adj. Falso o fingido. […]
  2. adj. Dicho de una obra, especialmente literaria: De dudosa autenticidad en cuanto al contenido o a la atribución. U. t. c. s. m.

[…]

Fuente: diccionario de la RAE.

Una vez más, voy a detallaros el procedimiento que utilicé para averiguar la veracidad o falta de ésta de una cita y con el que pretendo enseñar sentido crítico y escepticismo.

Con el análisis que os voy a hacer, lo que pretendo es que aprendáis a detectar citas falsas y, muy especialmente, la técnica de desinformación tan utilizada hoy en día en las redes sociales por elementos como la alt-right o nacionalpopulismo, los hackers rusos pro-Putin o los conspiranoicos, antisistemas, etc., conocida popularmente en inglés como quote bombing, que consiste en que cuando se está tratando un argumento (en las noticias, en una discusión, en un discurso, ensayo, etc.), en lugar de decir de dónde se obtiene la información, se lanza una cita, a menudo falsa pero con apariencia de certidumbre. La persona o personas que están al otro lado de la discusión no suelen tener conocimiento (o no tienen medios en el momento) para darse cuenta de si la cita es cierta o no.

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1. Norma general siempre presente: escepticismo.

Recordemos: hay que ser desconfiado. No me trago nunca ninguna cita a la primera o porque sí. Se recomprueban todas. No podemos caer en lo que se llama sesgo de confirmación que es la tendencia a favorecer, buscar, interpretar, y recordar, la información que confirma las propias creencias o hipótesis, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas. Es muy difícil de evitar para los seres humanos debido a nuestra configuración evolutiva neurológica pero, sabiendo que existe y que nos podemos ver influenciado por él, ya tenemos una mayor posibilidad de combatirlo.

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2. Fuente y autor.

¿Qué es lo primero y más fundamental que hay que comprobar de una cita?

Nunca dejaré de hacer énfasis en esto: una cita debe incluir al autor y su fuente.

El autor lo tenemos, supuestamente fue Otto von Bismarck.

Pero la fuente no aparece por ninguna parte.

Y eso sí que es sospechoso.

Las citas siempre, siempre, siempre, deben incluir la fuente original.

Nótese que tampoco aparece ni tan siquiera la fecha en la que dijo eso, cosa que podría ser un elemento para rastrear el origen.

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Fotografía de Otto von Bismarck tomada en 1874, llevando uniforme de oficial de regimiento de coraceros y portando el característico pickelhaube («casco con pincho») prusiano.

Hablemos un poco de Otto von Bismarck para comprobar si existió históricamente el supuesto autor de la cita (no demos nada por sentado), y entender el contexto de la misma.

Político prusiano, artífice de la unidad alemana (Schoenhausen, Magdeburgo, 1815 – Friedrichsruh, 1898). Procedente de una familia noble prusiana, Bismarck vivió una juventud indisciplinada, autodidacta y llena de dudas religiosas y políticas.
Otto von Bismarck

A partir de su matrimonio, sin embargo, cambió radicalmente de vida, iniciando una carrera política marcada por el más severo conservadurismo. Efectivamente, como diputado del Parlamento prusiano desde 1847, destacó como adversario de las ideas liberales que por entonces avanzaban en toda Europa; la experiencia revolucionaria de 1848-51 le radicalizó en sus posturas reaccionarias, convirtiéndole para siempre en paradigma del autoritarismo y del militarismo prusiano. En los años siguientes ocupó puestos diplomáticos en Frankfurt, San Petersburgo y París, conociendo de primera mano los asuntos internacionales.

De esa época data la maduración de su ideario político nacionalista, a medio camino entre el constitucionalismo y las tradiciones germánicas; y su convicción de que el proyecto de unificación que albergaba para Alemania no debía basarse en la apelación a las masas, sino en el empleo inteligente de la diplomacia y de la fuerza militar. Tales ideas le convirtieron en modelo del político realista apartado de todo idealismo, sensibilidad o prejuicios morales.

Desde que el rey Guillermo I le nombró canciller (primer ministro) en 1862, puso en marcha su plan para imponer la hegemonía de Prusia sobre el conjunto de Alemania, como paso previo para una eventual unificación nacional. Empezó por reorganizar y reforzar el ejército prusiano, al que lanzaría a continuación a tres enfrentamientos bélicos, probablemente premeditados, en todos los cuales resultó vencedor: la Guerra de los Ducados (1864), una acción concertada con Austria para arrebatar a Dinamarca los territorios de habla alemana de Schleswig y Holstein; la Guerra Austro-Prusiana (1866), un artificioso conflicto provocado a raíz de los problemas de la administración conjunta de los ducados daneses y dirigida, en realidad, a eliminar la influencia de Austria sobre los asuntos alemanes; y la Guerra Franco-Prusiana (1870), provocada por un malentendido diplomático con la Francia de Napoleón III a propósito de la sucesión al vacante Trono de España, pero encaminada de hecho a anular a Francia en la política europea, a fin de que dejara de alentar el particularismo de los Estados alemanes del sur.

En cada una de aquellas guerras Prusia acrecentó su poderío y extendió su territorio: en 1867 ya fue capaz de unir a la mayor parte de los Estados independientes que subsistían en Alemania, formando la Confederación de la Alemania del Norte; en 1871, además de anexionarse las regiones francesas de Alsacia y Lorena, impuso la creación de un único Imperio Alemán bajo la corona de Guillermo I, del que sólo quedó excluida Austria.

La política interior de Bismarck se apoyó en un régimen de poder autoritario, a pesar de la apariencia constitucional y del sufragio universal destinado a neutralizar a las clases medias (Constitución federal de 1871). Inicialmente gobernó en coalición con los liberales, centrándose en contrarrestar la influencia de la Iglesia católica (Kulturkampf) y en favorecer los intereses de los grandes terratenientes mediante una política económica librecambista; en 1879 rompió con los liberales y se alió al partido católico (Zentrum), adoptando posturas proteccionistas que favorecieran el desarrollo de la revolución industrial. En esa segunda época centró sus esfuerzos en frenar el movimiento obrero alemán, al que ilegalizó aprobando las Leyes Antisocialistas, al tiempo que intentaba atraerse a los trabajadores con la legislación social más avanzada del momento.

En política exterior, se mostró prudente para consolidar la unidad alemana recién conquistada: por un lado, forjó un entramado de alianzas diplomáticas (con Austria, Rusia e Italia) destinado a aislar a Francia en previsión de su posible revancha; por otro, mantuvo a Alemania apartada de la vorágine imperialista que por entonces arrastraba al resto de las potencias europeas. Fue precisamente esta precaución frente a la carrera colonial la que le enfrentó con el nuevo emperador, Guillermo II (1888), partidario de prolongar la ascensión de Alemania con la adquisición de un imperio ultramarino, asunto que provocó la caída de Bismarck en 1890.

Fuente.

Más sobre Bismarck:

Pflanze, Otto. La vida de Otto von Bismarck.

Headlam, James Wycliffe (1899). Bismarck and the Foundation of the German Empire. IndyPublish.

Robertson, Charles Grant (1919). Bismarck. London: Constable and Company.

Otto von Bismarck – Werke in Auswahl. Hrsg. von Alfred Milatz. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1981.

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3. Intención de la cita. Estilo.

A diferencia de otras citas falsas que he tratado en anteriores entradas, esta cita (o citas) no es evidentemente falsa. Esto es, no contiene elementos que hagan detectarla como falsa a primera vista, tales como anacronismos, giros idiomáticos extraños, etc.

Entonces, ¿cómo puede una persona empezar a sospechar que es falsa? Es muy difícil para lectores que no sean avezados, cierto, pero quiero que notéis lo siguiente:

  • El estilo de la cita es excesivamente contundente. No abundan las citas tan claras para temas tan específicos (“España”, “autodestrucción”, «país más fuerte del mundo», etc.).
  • Tiene un cierto lirismo y tono irónico.

Obviamente, ahora es cuestión de que la persona que se encuentre esta cita disponga de algo que no abunda: cultura general.

A cualquiera que haya estudiado un mínimo de Historia o conozca mínimamente la figura de Otto von Bismarck, debería sonarle extraña esta cita por varios motivos:

  • Bismarck fue un nacionalista alemán (prusiano). El más importante de su momento histórico, de hecho. Como que fue el que unificó Alemania. Es extremadamente extraño que él mismo, que tenía a Alemania por una de las cunas de Occidente, paradigma de las excelencias y virtudes germánicas y que quería hacer de (Prusia) Alemania una gran potencia ponga a España (o a cualquier otro país) por delante en… nada (la segunda variante de la cita, la que menciona a España como “vanguardia” del mundo es especial y excesivamente aduladora). Y, menos aún, con un país (España) con el que mantuvo conflictos territoriales (España y Alemania se disputaron varios archipiélagos en el Océano Pacífico como colonias a finales del siglo XIX, hablamos más adelante de ello).
  • Bismarck, aunque poseedor de una buena educación, se caracterizó toda su vida por ser el menos lírico de los políticos de su época. El tipo era un militar de la cabeza a los pies, siempre estuvo envuelto en conflictos bélicos y políticos. No le llamaban “el canciller de hierro” por nada (se le llama así por su famoso discurso: «Sangre y Hierro»). El de la cita es un lenguaje muy extraño, impropio de alguien tan espartano y poco “poético” como él, que se centró en estudiar agricultura (gestión de propiedades), Derecho y formación militar.

Ya por ahí deberíamos empezar a sospechar.

Pasemos a una investigación más física, de prueba dura.

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4. Recomprobación.

Recordemos las dos citas, la que más circula y su variante:

Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.

La nación más fuerte del mundo es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo.

El hecho de que haya más de una cita sobre la misma cuestión es ya indicativo de que la cita no es auténtica. De ser cierta, la cita se mantendría invariable. Recordemos que si se utilizan las citas, éstas deben permanecer lo menos alteradas posibles. Para eso mismo se emplean citas. Nótese que no se puede decir que las dos citas diverjan la una de la otra por problemas en la traducción. Por mucho problema de traducción que haya… la segunda incluye frases completas que la primera no contiene.

Obsérvese que la segunda incluso incluye un error de sincronización de tiempos verbales (España como tercera persona del singular, pero después utiliza un sujeto para el verbo “dejar” en tercera persona del plural).

Tantos «errores» no son normales.

¿Qué idiomas hablaba Bismarck?

Su idioma nativo era, obviamente, el alemán, pero gracias a una buena educación (de las mejores de su época, recordemos que su familia era muy rica, miembros de la aristocracia Junker prusiana) y al hecho de dedicarse a la diplomacia, también hablaba el francés y el inglés, se defendía muy bien en italiano y polaco y conocía algo de ruso porque fue embajador en San Petersburgo, en la corte zarista.

Fuente.

Ya sé que muchas personas no tienen conocimientos de idiomas suficientes pero, chicos, tenéis que intentarlo (Google translator es vuestro amigo): traducís los elementos principales de las citas a esos idiomas y hacéis una búsqueda por internet.

Y os encontraréis con una cuestión muy curiosa.

Las citas no aparecen en ninguno de esos idiomas.

Tan sólo en inglés, que es “el idioma de internet” (y que Bismarck hablaba: tuvo dos novias inglesas) pero no antes cronológicamente que en español.

Es decir: las citas aparecen por primera vez en español.

Que no aparezcan en otros idiomas puede ser hasta lógico en un momento dado pero es extremadamente extraño que las citas no aparezcan en la bibliografía en alemán de Bismarck. Vamos a dejarlo claro: Otto von Bismarck es una de las figuras históricas más relevantes de la historia de Alemania (y de Europa). Toda su vida estuvo documentadísima (estuvo siempre en primera línea) y decenas de biógrafos e historiadores la han documentado de manera muy extensa e intensa, tanto en alemán como en inglés y en otros idiomas.

Las citas no aparecen por ninguna parte antes cronológicamente que en idioma español. Y no se menciona la fuente.

La conclusión obvia es que se las inventó alguien que hablaba español.

¿Cuándo y dónde aparecen por primera vez estas citas?

Por escrito, la primera de ellas: Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido, aparece a mediados de los años setenta en España, ahora hablamos de eso. La segunda es muy posterior, de hace tan sólo unos años.

Lo cierto es que no aparecen difundidas de manera extensa hasta la llegada de internet. De hecho, se hicieron virales en torno a la llegada de la crisis económica en España, y una de sus primeras apariciones (la primera cita) fue en 2014, en el famoso foro español Forocoches, cuna y foco de multitud de teorías de la conspiración.

Repito: las citas no constan en ninguna obra histórica, bibliografía, biografía, enciclopedia…

Antes de continuar quiero reseñar que una frase tan contundente, con tantas implicaciones, de un dramatismo tal, en boca o pluma de una figura histórica tan relevante, de haber sido cierta sería más conocida, y desde hace muchísimo más tiempo (recordemos que Bismarck vivió hasta finales del siglo XIX).

Voy a poner un ejemplo: de haber sido cierta la frase, el franquismo la habría tenido prácticamente por lema y se habría enseñado hasta en los colegios. Nuestros historiadores la estarían repitiendo o mencionando constantemente desde el siglo pasado y el anterior, etc. Y los partidarios del partido ultranacionalista VOX la tendrían en sus pósters electorales.

Señalo todo esto porque mi intención nada dismulada es poner la cara colorada de vergüenza a los torpes que se creyeron la frase sin haberla investigado previamente cuando es más que obvio que es sospechosa. ¿A que ahora que os la he puesto negro sobre blanco os ha quedado claro?

Un caso extremo de haber hecho uso de la cita (aunque por lo menos menciona honradamente que es «atribuida») como cierta es el del periodista y Defensor del Lector de El País, Carlos Yáñoz. Por cierto, señor Yáñoz… es Bismarck, no «Bismark».

Volviendo a lo nuestro: el primero en pronunciar esa cita (la más antigua) fue… Alfonso Guerra González. Supuestamente la pronunció en un discurso que dio en el «mítico» y trascendental Congreso del PSOE de Suresnes, en 1974.

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Alfonso Guerra González. Tras él una foto de los tiempos de la Transición. La fotografía pertenece a una entrevista concedida a Temas para el debate, una revista que él mismo preside. Diciembre 2014.

Vamos a entrar un poco en contexto.

Para el que no lo conozca, le diré que Alfonso Guerra (nacido en 1940) es un político español socialista, paisano mío (es de Sevilla) que fue muy relevante en nuestra Transición política de la dictadura franquista a la democracia. Por lo que más se le conoce es por haber sido vicepresidente del Gobierno desde 1982 hasta 1991 y  vicesecretario general del PSOE entre 1979 y 1997. Y los que seáis de mi quinta y, más aún, de Sevilla capital (lo mejón der mundo, miarma), lo conoceréis como la quintaesencia del político “trápala” y astuto, el Maquiavelo andaluz tras los primeros gobiernos del PSOE de Felipe González, y la inseparable sombra de éste (hasta que se enemistaron).

No es que el bueno de “Arfonzo” no haya tenido aportaciones importantes a la Historia reciente de España. Insisto: su papel durante la Transición fue muy relevante, defendió los intereses de los trabajadores y fue un implacable antifranquista; hubo una época en Sevilla en que era poco menos que reverenciado por la gente común (sobre todo los más mayores, los que más sufrieron el franquismo), algo así como un ídolo de masas. Pero (y al margen de posteriores casos de corrupción como el archiconocidísimo caso Juan Guerra, protagonizado por su hermano)… si algo caracterizó desde siempre a Alfonso Guerra es que decía cada embuste que te tiraba de espaldas al oírlo.

Es muy conocida la frase del periodista conservador (más bien a la derecha del conservadurismo) y colaborador frecuente del diario ABC Jaime Campmany, que llegó a decir de él en 1993 que Cuando ensaya la demagogia, don Alfonso Guerra es como un sobrino de Robespierre enconado con Eva Perón.

En octubre de 1974, se celebró el XXVI congreso del PSOE aunque era el XIII en el exilio en Suresnes, Francia (recordemos que el PSOE, como partido socialista estaba ilegalizado bajo la dictadura franquista). Durante este congreso, González y Guerra lograron hacerse con el control del partido para prepararlo ante el futuro cambio de régimen en España, hacia una democracia (Franco estaba muriendo y ya se avecinaban cambios políticos) y modificar las tendencias marxistas de aquellos más “tradicionales” en pos de unos ideales más propios de un partido socialdemócrata europeo moderno (como el francés).

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Presidencia del XXVI Congreso del PSOE, (XIII en el exilio), celebrado en Suresnes. François Mitterrand, secretario del PSF interviene en el estrado. Sentados, de izda a dcha: Ronald Balcomb, secretario de la Internacional Socialista, José Martínez Cobos, Alfonso Guerra, Manuel Garnacho y Fabián Ramón. Octubre de 1974. Fuente: La Vanguardia. Archivos del periódico.

Una de las cuestiones más problemáticas fue que se pactó un mes antes del Congreso, en la llamada Declaración de Septiembre, lo que se dio en llamar una «ruptura democrática», entendida como el restablecimiento de un régimen de libertades al modelo europeo occidental para lo que se exigía la libertad sindical, la liquidación del aparato represor del Estado franquista, la libertad política, de asociación, de reunión, el derecho de huelga y el reconocimiento de las nacionalidades históricas.

El punto nº 11 de esta Declaración decía:

Reconocimiento del derecho de autodeterminación de todas las nacionalidades ibéricas.

Fuente.

Bueno, pues ese punto, obviamente, puso nerviosos a muchos delegados socialistas que lo veían como futura fuente de conflictos políticos: si se reconocía el derecho de autodeterminación, el país se podría romper por no mencionar que ello dificultaría la llegada al poder del PSOE y el poder pactar con partidos o fuerzas poco proclives a reconocer ese derecho.

Alfonso Guerra dio un discurso (según parece ser, el 10 de octubre) en el que minimizó el peligro de la ruptura de España como país.

Fuente.

Y en ese discurso mencionó esa falsa cita atribuyéndosela a Bismarck: Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido.

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¿Se inventó totalmente la frase Alfonso Guerra o se inspiró en algo? ¿No habló nunca Bismarck sobre España en esos términos?

De dónde se sacó Alfonso Guerra la idea de la cita no lo podemos saber hasta que no abra la boca aunque he encontrado una pista que veremos más adelante. Pero lo cierto es que nunca se ha caracterizado por disculparse ni reconocer errores.

Es cierto que Bismarck mencionó varias veces a España y trató con nuestros embajadores. Sobre todo en lo referente a dos asuntos importantes en términos históricos.

1) A finales del siglo XIX, España (que todavía tenía un imperio colonial) y Alemania (que buscaba hacerse uno a toda prisa porque se estaba quedando atrás), se disputaron una serie de archipiélagos en el Océano Pacífico. Fue la llamada Crisis de las Carolinas (1885). Bismarck nunca fue partidario de un imperio colonial, por antieconómico, pero sus conciudadanos se lo exigían, por prestigio internacional. Los alemanes intentaron hacer efectiva la posesión del archipiélago de las Carolinas, que España reclamaba desde 1528 como parte de Filipinas y Guam pero que no se había molestado en hacer efectiva esa reclamación porque las islas no es que fueran muy importantes, precisamente. Se estuvo a punto de un enfrentamiento entre barcos de las Armadas de ambos países pero Bismarck, muy pragmático, decidió pactar a través de la mediación del Papa el reconocimiento de la posesión española de las islas a cambio de un tratado de uso comercial de las mismas. Bismarck temía enfadar a España y que ésta se acercara a su enemiga, Francia. Aparte, el comercio con España era abundante y fructífero y el canciller no quería romper esas relaciones por unas islas sin importancia económica que sólo les importaban a la prensa nacionalista de ambos países. Y, al final, fue para nada: aquellas islas, tras la guerra hispano-americana (la de Cuba) fueron vendidas a Alemania en 1899 por no poder mantenerlas.

2) Muchísimo más importante fue un hecho histórico previo. Bismarck quería unificar a los dispersos estados alemanes bajo la égida de Prusia, su país. Francia (en aquel entonces reinaba Napoleón III), el tradicional enemigo de Prusia, se oponía a todo movimiento que aumentara la hegemonía de ésta en Europa. Bismarck sabía que, para unir a todos los alemanes, necesitaba vencer en una guerra a Francia. Por aquel entonces, tras la Gloriosa, la revolución de 1868, se había expulsado a los monarcas Borbones y España estaba sin rey. El gobierno español (capitaneado por el general Prim) estaba buscando candidatos en las cortes reales europeas para encontrar un monarca que gobernara mejor el país de lo que lo habían hecho Fernando VII e Isabel II.

Un embajador español, Eusebio de Salazar y Mazarredo (1827-1871, en Sudamérica lo conocen bien), exsecretario de la delegación española en Berlín y amigo personal de Prim lió la de San Quintín al ofrecer la corona a Leopold de Hohenzollern-Sigmaringen… que era pariente del rey prusiano, Wilhelm I. Francia se puso como una mona histérica con aquella candidatura porque suponía, ni más ni menos, que Francia se vería rodeada de enemigos: Prusia por el Este, y España por el sur, y nada menos que dos enemigos con ejércitos y armadas grandes y bien fogueados en guerras recientes. Espero que no haga falta que os recuerde lo peligroso que es una guerra en dos frentes (los alemanes saben mucho de eso ahora, je). Francia metió mucha presión para que el candidato Hohenzollern se retirara (se le dio la corona a Amadeo de Saboya, que duró sólo de 1870 a 1873 como rey), y lo hizo pero al exigir más diplomáticamente a través de su embajador (que nunca se presentara un candidato Hohenzollern al trono de España), Bismarck aprovechó la oportunidad y modificó la reclamación francesa por escrito de tal manera que la prensa francesa entendió que estaban insultando a su embajador. Fue el famoso telegrama de Ems. Estalló la Guerra Franco-Prusiana que acabó con la derrota francesa y dio lugar a la unificación alemana.

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Leopold Stephan Karl Anton Gustav Eduard Tassilo, príncipe de Hohenzollern-Sigmaringen (1835-1905), candidato al trono de España en 1870 (la fotografía es de esa misma época). Más conocido en España por aquel entonces como Leopoldo Olé-olé porque nadie tenía riles de pronunciar su apellido.

El intercambio diplomático fue muy intenso en esta época de intrigas y guerras paneuropeas pero, insisto: en ningún momento se recoge esa cita por parte de Bismarck.

Fuente.

La cita más famosa (semiverificada) de Bismarck hacia España fue ésta:

¡Ah, esos españoles, no se dan cuenta de lo que es lo honorable, ni siquiera de lo conveniente! Así lo han demostrado desde el principio de la guerra. No hay uno sólo de esos castellanos tan pundonorosos que haya mostrado su indignación a propósito de la causa de esta guerra: la intervención de Napoleón III en su elección como si tuviera derecho a interesarse por ella y tratarlos como vasallos. Esos españoles se parecen a Ángel de Miranda que originalmente era un truhán pero que se convirtió en confidente de Prim y probablemente del rey.

Fuente.

Bismarck se refería a Ángel de Vallejo Miranda, dipomático (conde de Casa Miranda), aristócrata, político y periodista español que fue apresado durante la guerra franco-prusiana pero gracias a su picardía logró escapar (fuente: el dramaturgo Eusebio Blasco, 1902 en El Liberal). Digo de la cita que está «semiverificada» porque constan fuentes en español pero no en alemán.

He revisado la biografía y las citas de Bismarck en alemán y no tengo constancia de que él hablara nunca en términos laudatorios hacia España. Si de aquí en adelante logro encontrar alguna, la expondré para completar.

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Lo que sí logré encontrar tras mucho investigar, es una frase relativamente similar sobre España atribuida a otro personaje histórico famoso prusiano. En un poco conocido libro titulado Remarks on the North of Spain (1823), de John Bramsen (1761-1832), un autor de libros de viajes de la época romántica, aparece la siguiente conversación en una nota a pie de página (la 52):

Frederick The Great, conversing with his War Minister, asked him, which country in Europe he thought the most difficult to ruin. The monarch, perceiving the minister to be rather embarrassed, answered for him; «it is Spain; as it own government has for many years endauvored to ruin it; -but all in vain.

Traduccción: «Federico el Grande, conversando con su Ministro de la Guerra, le preguntó cuál país de Europa consideraba que era el más difícil de llevar a la ruina. El monarca, notando que el ministro estaba desconcertado, respondió por él: «es España; su propio gobierno ha intentado durante muchos años llevarla a la ruina, pero sin resultado alguno.»

Bramsen, como buen liberal inglés de principios del siglo XIX, quería ilustrar sus observaciones sobre la nefasta política de libre comercio del gobierno español de la época (el libro Remarks on the North of Spain es un relato de sus viajes por el norte de España) con esa supuesta conversación del rey Federico II el Grande de Prusia con su ministro de la Guerra (Bramsen escribió también libros de viaje sobre lo que hoy conocemos como Alemania).

Pero, una vez más, es una frase atribuida, apócrifa. Ni esa conversación ni esa frase en concreto aparecen corroboradas en la bibliografía concernientes a Federico el Grande ni, por supuesto, en alemán.

Es estrictamente mi opinión personal, que esa frase en ese libro en concreto pudo suponer la inspiración para que Alfonso Guerra, que fue durante muchísimo tiempo librero (Remarks on the North of Spain es un libro muy buscado entre libreros viejos y anticuarios) se la atribuyera, intencionadamente o no, a Bismarck en el discurso que dio en Suresnes. Pudo ser un error de memoria, que confundiera a un personaje prusiano con otro o que, como buen zorro, cambiara a un prusiano por otro porque supondría que sus oyentes no conocerían a Federico el Grande pero sí les «sonaría» más Bismarck. Ambos fueron genios militares prusianos pero, indudablemente Bismarck quedaba mejor como «fuente de autoridad» y es más conocido.

Pero todo eso es mi suposición personal. Insisto en que hasta que Alfonso Guerra no abra la boca, no lo tendremos claro. Pero si algo demuestra esta última frase apócrifa en boca de Federico el Grande y que, de haber sido cierta, sería cronológicamente anterior es que, definitivamente, Bismarck no pronunció esa cita sobre España que circula por internet.

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Retrato no contemporáneo (1870) de Federico II el Grande (1712-1786), por Wilhelm Camphausen. El «Viejo Fritz», como le llamaban sus soldados, fue un genio militar de su época, y el mayor responsable de convertir a Prusia en una potencia militar, económica y política en el siglo XVIII. Fue uno de los más conocidos déspotas ilustrados y, como tal, llevó a cabo una gran cantidad de reformas que sentaron las bases para que, en el siglo XIX, Prusia liderara la unificación alemana. John Bramsen, un romántico inglés y autor de varios libros de viajes (por España y Prusia, entre varios otros países y regiones), le atribuyó a este monarca prusiano una conversación sobre España que pudo ser la base sobre la que posteriormente se construyeron las varias citas que se le atribuyen de manera errónea a Bismarck acerca de la fortaleza de España como país. El texto en inglés sobre esa supuesta conversación es éste: «Frederick The Great, conversing with his War Minister, asked him, which country in Europe he thought the most difficult to ruin. The monarch, perceiving the minister to be rather embarrassed, answered for him; “it is Spain; as it own government has for many years endauvored to ruin it; -but all in vain.» Esa anotación se encuentra en el libro Remarks on the North of Spain (1823). La conversación, no obstante, también es apócrifa: no consta en la bibliografía sobre Federico II el Grande ni se tiene constancia de ella en autores contemporáneos en lengua alemana.



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5. Veracidad de la cita en sí misma.

De momento es cierta en tanto en cuanto, hasta el momento, España no se ha destruido (ni creo que lo haga: a estas alturas y con el movimiento de unificación europea, ya creo que es una cuestión hasta irrelevante y sí, soy un europeísta e internacionalista convencido: los nacionalismos y tribalismos son, como las religiones, uno de los mayores cánceres sociales).

De ahí a decir que “es el país más fuerte del mundo”, va un trecho muy largo.

Ciertamente España ha demostrado una resiliencia histórica considerable (por ejemplo, más que la Unión Soviética, que llegó a ser una superpotencia) a sus luchas intestinas pero, a título estrictamente personal, considero que ha habido países que han resistido ordalías más “fuertes” que España. Un ejemplo es Polonia. A ese país le han echado de todo encima para intentar hacerlo desaparecer (tártaros, mongoles, otros eslavos, turcos, prusianos, austríacos, rusos, nazis, soviéticos… aparte de sus tradicionales guerras civiles y conflictos con minorías étnicas). Mel Brooks decía en una de sus películas: Polonia, el felpudo de Europa: todo el mundo nos pisa.

Poland, the doormat of Europe. Everybody steps on us.

To Be or Not to Be (1983).

En fin, que eso de «el país más fuerte del mundo» es una cuestión muy subjetiva y que depende de muchas cuestiones, la no menor de las cuales es establecer una definición clara de «fuerza» y una escala cuantitativa para poder realizar comparaciones y clasificaciones.

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6. Consejos sobre el uso de las citas. Los peligros de utilizar “citas famosas”.

Aquí voy a repetir lo que digo siempre sobre las citas: pretendo que mis artículos sirvan para algo más que dar información y “culturilla general” y así le puedan servir de asesoramiento a cualquiera. Aunque ese cualquiera sea un periodista de El País.

NO soy partidario de incluir citas de famosos (el citar textualmente sí lo hago a menudo). Me parecen un argumento facilón y prácticamente estético. Sólo las utilizo en contadas ocasiones y cuando es muy, muy relevante al caso.

A mucha gente le gusta incluir citas a montones, especialmente de gente famosa o reconocible porque ayudan a dar “argumento de autoridad” y a reforzar el argumento en el que suelen incluirla, como homenaje o signo de admiración hacia el autor de la cita y su trabajo, como inspiración para el lector, o como clarificación, etc.

–Desconfiad horrores de quien cita continuamente. Si hay algo sospechoso de verdad es alguien que recurre continuamente a citas de famosos y personajes históricos. Si los argumentos que te dan son ciertos… ¿para qué necesita ese individuo que te está hablando o escribiendo de tanta cita para reforzar sus argumentos?

–Desconfiad de la gente que pone citas de referencias “pop”, “frikis”, del mundo del espectáculo, etc., cuando tratemos temas serios. También son muy sospechosas las referencias continuas a filósofos (especialmente los más “vagos”, del estilo de Nietzsche) y no a científicos.

–Desconfiad de las citas que aparecen en calendarios, cabeceras de periódicos, libros y webs sobre política, libros con listados de citas del estilo Las 1000 citas más famosas (suelen ser los peores y los que menos contrastan las referencias, son los grandes responsables de citar incorrectamente).

–Desconfiad de las citas que tengan faltas de ortografía y lingüísticas en general.

-Cuantas más variantes haya de una cita circulando, tanto más sospechosa es de ser falsa. No es normal que existan decenas de frases más o menos parecidas. Las citas, de ser ciertas, deberían permanecer invariables.

-Permaneced alerta ante posibles anacronismos en las citas. En más de una ocasión me he encontrado con cosas como citas de Sun Tzu donde los generales hacían uso de un cañón o de filósofos griegos que hablaban de integrales… o políticos de la República romana que hablaban de funcionarios y deuda pública.

-Si os es posible, leed la cita en la lengua original. Ahí ya entra un poco de “avispamiento personal”, pero os recuerdo que no todas las traducciones son correctas. Contrastad la cita en vuestro idioma materno y el que conozcáis (a estas alturas, la inmensa mayoría de la gente que conozco sabe chapurrear al menos otro idioma), a ver si coinciden más o menos. Las citas son, precisamente, el último sitio donde uno puede permitirse una “traducción libre” (¿a que no se permitiría “traducción libre” en un juicio?). Muchos de los que utilizan citas las “traducen” a su conveniencia.

-Tened un poco de inteligencia, informaos sobre el autor de la cita, y tened el suficiente sentido común de poneros en el papel de ese autor y pensar si él diría eso. Por ejemplo, si os encontráis una cita de un ayatollah iraní diciendo que hay que ser tolerante con la homosexualidad, hacedme el maldito favor de desconfiar, ¿vale?

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Cuando queráis incluir una cita:

–No abuséis de ellas. Vuestros argumentos deben ser veraces y tener peso propio. No deberían depender de lo que dijo otro en su momento para tener autoridad o veracidad.

-Deben ser textuales, esto es, fieles a los que el autor dijo en su momento. Que no varíen las palabras originales. El cambio de un artículo o de un verbo puede hacer cambiar totalmente el significado y la intención del autor de la cita. Y eso no es justo: a ninguno nos gustaría que tergiversaran nuestras palabras y nos citaran diciendo que somos unos asesinos con las manos manchadas de sangre, ¿verdad? Normalmente, el autor de la cita no está aquí para leernos y echarnos en cara lo mal que interpretamos sus palabras.

-Toda cita que incluyáis en vuestros textos, que incluyan la referencia o enlace consultable… a la obra original donde aparece la susodicha cita. No incluyáis segundas fuentes. Si queréis citar una frase de Aristóteles, poned el enlace o referencia bibliográfica de la obra de Aristóteles donde aparece, no el blog de un tipo que dice que la cita de Aristóteles es tal o cual o un libro de edición de bolsillo.

–No me seáis mala gente y saquéis la frase de contexto y la apliquéis donde no pegue ni con cola. Carl Sagan sí es una fuente de autoridad sobre Física… Kim Kardashian NO, ¿vale?

–Comprobad las fuentes por vosotros mismos, nos os fiéis. Varias veces. De todas las fuentes posibles o a vuestro alcance (nunca de una sola). Y en los idiomas que conozcáis.

-Vuelvo a insistir: no os fiéis ni de vuestra sombra a la hora de poner una cita. Comprobadla.

-La directiva 2001/29/EC del Parlamento europeo y del consejo del 22 de Mayo de 2001 sobre la armonización y buen uso de las citas con respecto al copyright y derechos relacionados en la sociedad de la información, reflejan las normas para una correcta utilización y un uso justo de las citas para los medios de información y los ciudadanos de la Unión Europea:

Official Journal L 167 , 22/06/2001 P. 0010 – 0019

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Espero haber servido de utilidad. Hasta la próxima.

Recordad que todos los textos de este dominio están registrados.