Memorias de un friki muy en serio.

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Ésta es mi otra bitácora personal. Y se llama justamente así: Memorias de un friki muy en serio.

Allí me explayo más pero lo resumo aquí por si alguien quiere enterarse de lo que hablo en él sin tener que bucear en su contenido. En él trato cuestiones que considero que no deben ir entremezcladas con las de El diario de Chemazdamundi, principalmente las relacionadas con mis aficiones estrictamente personales.

No me parecía correcto escribir ensayos académicos sobre Economía y Ciencia en general y que entre ellos aparecieran cuestiones como críticas de obras de literatura fantástica, análisis matemáticos de sistemas de juegos de rol, comentarios musicológicos sobre el género del heavy metal o artículos sobre la historia y evolución de las armas medievales y del mundo antiguo.

Imperio 1

Una pequeña parte de mi ejército Imperial  con la librea de Talabheim de Warhammer Fantasy (la editorial de juegos Games Workshop cerró oficialmente la línea de miniaturas en 2015). El hechicero que aparece al fondo no es, estrictamente hablando, parte del ejército, aunque lo haya usado como tal en muchas batallas. Los «frikis warhammeros» de pro lo habrán reconocido de inmediato como el hechicero mercenario del juego de especialista Mordheim, también de Games Workshop. Pues sí. Soy (fui) un aficionado al pintado de miniaturas, coleccionista y apasionado del modelismo. Y un ávido jugador de Warhammer Fantasy Battle (dos veces campeón de torneo patrocinado con Condes Vampiro; mayoría de victorias en encuentros informales). Mis ejércitos, de los cuales tengo un buen número de miniaturas (la mayoría, sin pintar, como casi supongo que nos sucederá a muchos aficionados) son, por orden de adopción: Hombres Lagarto, Condes Vampiro e Imperio. En la actualidad no juego porque el juego está descatalogado y me es muy difícil coincidir con otros jugadores por no hablar de lo engorroso que es trasladar el «vagón de combate» (un monstruo con ruedas que adapté de una caja de herramientas profesional) con todas las figuras, manuales, pinturas y demás accesorios. Me aficioné a los wargames porque combinaban multitud de otras aficiones en una sola: coleccionismo, pintado de miniaturas (siempre me ha gustado dibujar y pintar y estudié Estética formalmente durante cuatro años en Publicidad) y juego físico de estrategia (me apassssionan los juegos de estrategia, con números, MUCHOS números; argfhssss… qué gustitoooo…).

En fin, que allí hablo de cosas de lo que siempre he sido, soy y probablemente sea: un friki.

Creía entender que mezclar todas esas temáticas era confundir al lector casual que se encontrara con mi blog principal y no le dejara muy claro de qué iba. Teniendo en cuenta que lo que pretendo con El diario de Chemazdamundi es divulgar sobre Ciencia, combatir la mentira y promover el escepticismo científico, que son actividades extremadamente relevantes y que requieren de una presentación clara y coherente, me decidí a separar contenidos y crear Memorias de un friki muy en serio.

Pero no os preocupéis en el sentido en que el estilo de ambas bitácoras es el mismo: voy a tratar información muy en detalle y en profundidad, en artículos densos y bien trabajados… y con una seriedad (aun empleando muchas veces un lenguaje coloquial cuando lo estime oportuno) que no es muy común encontrar en la internet en castellano, mucho menos en temas tan poco apreciados por el mundo académico mainstream. Sólo que van a ser otros temas, los relacionados con mis aficiones y el mundo del frikismo, no los que normalmente esperaríais de un luchador escéptico y divulgador científico especializado en Economía.

Hasta ahora había mantenido ese otro blog en relativo secreto porque quería comprobar por mí mismo si determinadas técnicas SEO funcionan más o mejor con un blog que se deba promocionar solo o adquiriendo un dominio. La respuesta es categórica: adquiriendo un dominio (pagando, vaya), tu web se difunde mucho más. Eso viene a decir que internet está ya lo suficientemente madura como para que un blog surgido de la nada pueda difundirse solo de una manera eficaz o relevante, por muy buen contenido que tenga. Es decir: antiguamente, con tener un buen contenido bastaba para que tu web se diera a conocer sola (como me sucedió con El diario de Chemazdamundi). Hoy en día eso solo ya no basta.

Y, ahora, voy a dar una serie de avisos que también doy en ese otro blog de una manera más amplia y sí, sé que soy un pesado repitiendo todo por todas partes pero si algo me ha enseñado mi experiencia en la vida es que con según qué «gente», nunca está de más repetir las cosas:

  1. -El tono de esa otra bitácora es levemente más lúdico y desenfadado. Pero sólo eso: «levemente». De acuerdo en que son temas en apariencia menos relevantes y, en principio, menos «serios» que los que trato como divulgador científico pero ya me conocéis: cuando me pongo en plan denunciante de gilipolleces, absurdos y mentiras, allá que voy, pertenezcan al ámbito al que pertenezcan. Y en ese blog también voy a denunciar muchísimas inexactitudes, falsedades, bulos, voy a redactar debunkings, etc. Y no voy a tener pelos en la lengua.
  2. -A diferencia de mi blog principal, en Memorias de un friki muy en serio, sí voy a permitir la posibilidad de comentar. Lo hago en plan experimental, mucho ojo, si veo que no me complace el asunto, elimino esa posibilidad. Esos comentarios están para hablar sobre las temáticas concretas que expongo, recibir retroalimentación informativa, aumentar la profunidad del contenido… que sirvan para aportar, en suma. No están para contactar conmigo, pedirme que redacte artículos ni, muchísimo menos, para hablar sobre lo que trato en el otro blog; ni se os ocurra hacer cosas como preguntarme sobre Economía en él. Si separo las temáticas de ambos es precisamente para eso, para separarlas. A cada cosa, su lugar… y su contenido.

No me voy a complicar: comentario que por lo que sea no me agrade, borrado y punto.

Bueno, que me «enrollo» más que una pelea de anguilas. Espero que disfrutéis de ambos espacios, tanto el de divulgación científica como el dedicado a mis aficiones. Y si no, pues que os la pique un pollo, ¿qué queréis que os diga?